viernes, 1 de abril de 2011

Visita al Museo Nacional de Arte.

Esta vez mis acompañantes y yo decidimos ir a un museo que era diferente a lo que hubiéramos hecho en tiempos anteriores, y fue por eso que decidimos ir al Museo Nacional de Arte.

Al entrar, me pareció un muy elegante lugar, además de que se notaba que le dan bastante mantenimiento, así que antes de comprar nuestras entradas (que con credencial hacen el 50% de descuento), pasamos al guardarropa a dejar nuestras “mochilas”. Al entrar a la primera sala, todo parecía indicar que iba ser una experiencia inolvidable; la sala era muy limpia, aunque por el clima de la habitación, teníamos bastante frío todos. A la mitad de la sala, nos encontramos con un muchacho que al parecer era el guía en turno, así que por un tiempo “nos le pegamos” para entender un poco de lo que se veía en los cuadros que ahí exponían.

Tras quince minutos de no abandonar la primera sala por la explicación del guía, decidimos avanzar por nuestra cuenta, pues ya estábamos algo desesperados, decisión de la cual nos arrepentimos en la próxima sala. En las siguientes salas el museo a pesar que mostraba objetos realmente interesantes y que al menos para mí eran piezas únicas, comenzaron los problemas, debido a que los vigilantes solo buscaban cualquier cosa para amonestarnos exclusivamente a mis acompañantes y a mí. Por ejemplo, un caballero que iba muy bien vestido se podía acercar a las obras cuanto quisiera, y nosotros con tan solo acercar la mirada al lienzo, para apreciar los detalles de esta era motivo de una amonestación.

Tras una muy fastidiosa estancia en la segunda sala, decidimos concluir rápidamente el recorrido del museo, pero aunque fuéramos rápido por las salas,  parecía que siempre hacíamos algo mal para ganarnos una reprimenda, así que decidimos como quien dice: “Tomarlo con filosofía”, y recorrer el museo con la mayor armonía posible. 

En el tercer piso de este museo se encuentra la sala que mas me llamó la atención, y es que en esta sala contenían esculturas que hacían referencia a los seres feéricos que intervenían contra o a favor de los humanos; o pinturas que se referían a estos de una manera tan “real”, que te hacían fantasear y perderte entre esas formas. 

Al concluir el recorrido nos sentimos satisfechos, aliviados, y sobretodo libres así que abandonamos el recinto lentamente, echando el último vistazo a la arquitectura. Y aunque el servicio de vigilancia a los visitantes deja mucho que desear, es un lugar que posé grandes muestras de arte.

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